Homilía del padre Carlos Daniel Rincón Suárez, párroco de la iglesia Cristo Rey, quien destaca la manera en que el Señor nos da al salvador, nos enseña el poder de la pequeñez confiada, y del amor.
Lo suficientemente pequeño
Apreciados hermanos, hoy es una noche importante para nosotros, hoy es Noche Buena y celebramos un acontecimiento que cambió la historia para siempre, que tiene el poder de cambiar nuestra vida para siempre, un acontecimiento que se nos da como regalo maravilloso y promete ser para quien lo recibe con gratitud y fe el tesoro más maravilloso que alguien pueda recibir y dar jamás.
Leemos en las sagradas escrituras la historia de un pueblo elegido por Dios, un pueblo pequeño y débil que fue sacudido en muchas ocasiones por la fuerza, el poder y la soberbia de los imperios vecinos, saqueado y abusado; cómo un niño que sufre el acoso de los más grandes, inteligente y lleno de talentos pero que no tiene fuerzas para defenderse sólo y no le queda más que soportar con paciencia y aguardar el auxilio, así es la historia del pueblo de Dios que sólo podía suplicar con una mirada al cielo y aguardar; ese pueblo herido que clamaba con la esperanza y la fe entre pecho y espalda finalmente fue escuchado.
Dios por medio de los profetas les anunció que enviaría un salvador que les devolvería la alegría, la paz y la felicidad, el pueblo estaba contento y lleno de ilusión por la gran noticia de que se acabarían de una vez por todas aquellas desgracias que sufrían y se romperían para siempre los yugos que los oprimían, ya los reyes y gobernantes malvados no iban a mandar en su tierra y la corrupción y la injusticia habrían perdido para siempre, que noticia tan maravillosa, el pueblo que caminaba en las tinieblas por fin iba a ver la luz.
Es entonces cuando una noche fría en un pesebre humilde en Belén le llega a María la joven Virgen de Nazaret la hora de dar a luz ese hijo que Dios le había anunciado, ante un San José cansado por el viaje, con hambre pero emocionado, nace Jesús rodeado de animalitos y completamente pobre. No nació en un palacio entre lujos y comodidades, sus padres son dos humildes pueblerinos que ni siquiera tienen para pagar una posada donde poder pasar la noche.
Así es la respuesta de Dios, a quienes esperaban un poderoso salvador el Señor les envía un niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre. Que desconcertante, no llega con la fuerza de un guerrero, ni con el poder y la grandeza de un rey.
La manera en que el Señor nos da al salvador nos enseña el poder de la pequeñez confiada, y del amor, porque la paz definitiva y verdadera no se gana por la fuerza sino con el respeto y el reconocimiento mutuo, la violencia no se vence con la fuerza sino con la misericordia, la justicia no se logra con la venganza sino con la honestidad y el perdón, el progreso no se obtiene con la astucia sino con la compasión.
El pequeño de Belén nos enseña que no son el poder ni la fuerza, ni la revolución ni la contra-revolución, ni el rojo ni el blanco ni el amarillo ni el verde, ni los bolívares ni los dólares, ni vivir en un lugar o en otro lo que puede hacernos vivir dignamente, sino la esperanza, la fe y el amor a Dios y al hermano lo que puede darnos la felicidad verdadera.
Si en tu corazón hay libertad ningún gobernante corrupto podrá quitártela, si en tu vida hay paz, aunque tiemble la tierra estarás tranquilo, si estas lleno de amor, aunque tu hermano piense diferente será posible vivir en armonía.
La salvación nos llegó en un niño pequeño y pobre, pequeño para que nos quepa en el corazón. Hermanos y hermanas, en esta noche ofrezcamos el humilde pesebre de nuestro corazón al Niño Jesús.
¡Feliz Navidad a todos! P.Carlos Rincón
